Hay veces que seguimos las pautas correctas y aún así la glucemia se dispara. Cuando eso sucede, está claro que la causa es un factor que no podemos controlar. Uno de ellos puede ser el estrés. Os pongo un ejemplo:

Hoy es el día de una carrera de 10 kilómetros que llevo un tiempo preparando. Mi preparación física ha sido la adecuada y, además, he entrenado la gestión de mi diabetes. Pero resulta que, pese a llevar el mismo procedimiento que en los entrenamientos, donde me iba genial, hoy mi glucemia no para de subir. ¿Motivo?, el estrés del día de la prueba.

Cuando está estresado, el cuerpo se prepara a sí mismo para asegurarse de tener suficiente azúcar o energía listas y disponibles. Los niveles de insulina caen, los niveles de glucagón y epinefrina (adrenalina) se elevan y se libera más glucosa desde el hígado. Al mismo tiempo, se elevan los niveles de la hormona de crecimiento y cortisol, lo que hace que los tejidos del cuerpo (músculos y grasa) sean menos sensibles a la insulina. Como resultado, hay más glucosa disponible en la corriente sanguínea.

La subida temporal de la glucemia suele compensarse cuando se ha iniciado la prueba y nuestro estrés y nerviosismo se van calmando.

Lo mismo sucede con otras situaciones cotidianas, como una entrevista de trabajo, un problema familiar, un exámen… Como todo en diabetes, cada cuerpo es diferente, pero es importante tener en cuenta estos episodios que no podemos controlar, saber cómo actúa y evitar sustos.

Estar preparado es importante, saber esperarlo es aún más, pero aprovechar el momento adecuado es la clave de la vida (Arthur Schnitzler)